Continuando con la vida de este singular personaje, cuya primera parte está en la publicación N° 2 de esta misma sección “Yayo y su Maracaibo Viejo”.
Una vez estaba José Antonio en el parque Bolivar y fue testigo de una pelea entre estudiantes en la cual uno de ellos salió herido con un navajazo en la cabeza, por ese motivo fue llamado a declarar en un tribunal donde rindió la siguiente declaración:
“Encontrabame en plena hora de la canícula soliloqueando en unos de los esquifes que navegan en el parque fronterizo, cuando solicitó mi atención un arapiezo que atravesaba urgido de perterres. Otro granuja acude al reto. Trabanse palabras soeces que mi educación me veda pronunciar o reproducir bajo la bóveda de este templo de Astrea. Las alforjas del pan espiritual ruedan sobre el alfombrado cesped, arde la lucha; relampaguea al sol una hojilla de Albacete; salta la sangre del craneo desgarrado. El agresor emprende la fuga. Tumulto, alarma, voces, agentes de seguridad....”
El secretario del Tribunal, ante aquella declaración tan particular, le pide a Negrette que sea mas concreto, a lo cual Negrette respondió:
“-- Si es que la exigüedad de su caletre no asimila mi síntesis, acorrase de algún letrado que la vierta en rutina golillesca.”
Y tomando su camarita y su bastón salió majestuosamente del Tribunal.
En un día de trabajo llegó José Antonio a la Estafeta de orreos, donde trabajaba como repartidor Carlos Bozo, un jorobado muy atento y servicial, Negrette le preguntó varias veces si había algún “rotativo” para él; y como Bozo no le entendía, lo encaró diciendole.
“--Oye, hombrecillo siniestro de torso anquilosado, viviente injerto de tortuga y dromedario, ¿ Quieres decirme, por fin, sin que te cause molestia, si hay una epístola o rotativo en las Estafetas?”.
Una vez un señor mayor ya atacado por demencia senil, le dijo a Negrette algunas palabras fuertes, quien las recibió con desagrado y le contestó:
“Para soliloquear conmigo, hazte arreglar por un físico los anaqueles del encéfalo.”
En una noche lluviosa le dijo asu madre:
“--Madre, dame el báculo y el sistema, que la noche está fosca y las luciernagas eléctricas amagan con conjurarle una trastada a la ciudadanía marabina. --Apropincuame el chambergo de los casos fortuitos y los borseguíes silenciosos que el cielo está invernal”.
Un día que se preparaba para ir a dar el pésame a la viuda de un amigo: y , dandole a su madre la llave del escaparate, le dijo:
“--Madre, toma este hierro, hiere ese cedro y sacame el fúnebre, que voy a condolerme con la adolorida de mi amigo”.
Este personaje se mudó posteriormente a Ciudad Bolivar, donde murió y se supo que nunca olvidó a su “Odalisca de las ondas ceruleas”, como siempre llamó a Maracaibo.
Eduardo de Pool.
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